Modifica tus creencias: mejora tu vida

Creencias

Las creencias controlan nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestra vida. Rigen nuestro comportamiento sin que nos demos cuenta.

Son una conjetura de la realidad que hemos aceptado como verdadera.

Una vez que aceptamos las ideas de otros como verdades, dichas ideas se graban en nuestro cerebro y se convierten en nuestras verdades.

Nos llenamos de ideas y conceptos (creencias) erróneos que suelen llevarnos a comportamientos desacertados y coartados. Aunque, a veces, parece que obtenemos los resultados deseados.

Las creencias actúan como los filtros de una cámara, cambiando la forma en la que vemos el mundo. Y nuestra biología se adapta a esas creencias.

Podemos elegir distintas formas de percibir el entorno.

Podemos cambiar el curso de la vida, cambiando las creencias.

Te has preguntado: ¿Quién quiero ser? ¿Cuántas de las creencias que impulsan mi vida son falsas y autolimitantes?

Conócete

El conocimiento de uno mismo supone una mayor capacidad de actuación.

Por eso, hoy te invito a identificar tus creencias para ver cómo están afectando tu vida, tus relaciones, tu salud física y mental.

Algunas creencias son fáciles de identificar, otras están programadas en la mente subconsciente y nos sabotean. El mayor obstáculo para conseguir el éxito en aquello que queremos son las limitaciones programadas en el subconsciente.

La mente consciente es creativa, puede conjurar pensamientos positivos. La mente subconsciente es maquinal; repite las mismas respuestas a las señales una y otra vez. Es la reacción estímulo-respuesta del programa de comportamiento almacenado en el subconsciente. En lo que se refiere a la capacidad de procesamiento neuronal, la mente subconsciente es millones de veces más poderosa que la consciente. Los mensajes programados en el subconsciente socavan los mejores esfuerzos conscientes por cambiar tu vida.
 
La función del cerebro es coordinar el diálogo de moléculas señal entre la comunidad. La evolución del sistema límbico tuvo como resultado la aparición de un mecanismo único que convertía la comunicación mediante señales químicas en sensaciones que todas y cada una de las células de la comunidad podían experimentar. Nuestra mente consciente interpreta el flujo coordinado y experimenta estas señales como emociones. —Dr. Bruce Lipton. «La biología de la creencia».

Entonces, para identificar nuestras creencias podemos:

1. Hacer una lista de nuestras opiniones y postura acerca de los temas que más nos importan.

Y darnos cuenta de cómo esas creencias han influido en nuestra vida. Son miles de pensamientos, lo sé. Comienza por los más evidentes y relevantes para ti (amor, salud, trabajo, familia, hijos, relaciones, sociedad, muerte, dinero, merecimiento, etc.).

Por ejemplo, si crees que el dinero es sucio y que hay que ganarlo con el sudor de la frente, tal vez trabajas mucho, ganas poco y tienes opiniones negativas de los ricos.

Si crees que el amor es algo intenso, ciego, doloroso, que te hace perder la cabeza y te anula; es probable que pienses que hay que querer con la cabeza fría porque has tenido experiencias de apego, dependencia y maltrato «por culpa del corazón».

Yo creo que el amor es libre, sin apegos, generoso, alegre, tierno, juguetón, gozoso, expansivo, transformador, enriquecedor. Y ese es el tipo de relación que experimento desde hace más de dos décadas.

2. Observar qué emociones se generan ahí.

¿Qué pasa cuando alguien contradice eso que yo creo verdadero? ¿Soy capaz de soltar las ganas de tener la razón? ¿Me altero o mantengo la calma?

De las emociones, la más dañina es el miedo, del que se desprenden todas las emociones negativas.

¿Cómo influyen en tu vida los miedos y las respuestas de protección? ¿Cuáles son los miedos que impiden tu crecimiento? ¿De dónde salen esos miedos? ¿Son reales? ¿Te ayudan a llevar una vida plena? ¿Cómo te sacas esos miedos?

O creces o te proteges. O intercambias con libertad o cierras por completo el sistema.
 
La protección mantenida inhibe la producción de energía necesaria para la vida. Inhibe la respuesta inmune, disminuye la capacidad de pensar con claridad, disminuye la consciencia y la inteligencia.
 
El miedo mata, paraliza. Cuando estás asustado te vuelves más tonto. —Dr. Bruce Lipton.

3. Descubrir qué patrones repetitivos se producen de manera automática o refleja (subconsciente).

¿Qué hábitos tienes? ¿Qué te hace saltar o salir de tu centro? ¿Te ves diciendo o haciendo lo mismo que tu padre/madre/abuelo/a?

La mente subconsciente es un disco duro programable. Los programas son en su mayoría comportamientos grabados de estímulo-respuesta. Los estímulos que desencadenan dichos comportamientos pueden ser señales que el sistema nervioso detecta del mundo exterior o señales procedentes del organismo (emociones, placer, dolor). Procesa alrededor de veinte millones de estímulos por segundo (frente a los cuarenta que procesa la mente consciente). —Dr. Bruce Lipton.

4. Sentir la debilidad o fortaleza de los músculos ante un pensamiento o circunstancia.

Todo es información. Solo hay que entrenarse para comprender sin interferencias. Rob Williams desarrolló un método (PSYCH-K) fácil y efectivo para detectar si hay conflicto entre la intención consciente y la programación subconsciente. Te dejo más información al final del artículo.

Cuando la mente consciente alberga un pensamiento que entra en conflicto con una realidad aprendida antes y almacenada en la mente subconsciente, el conflicto intelectual se expresa mediante la debilidad de los músculos del cuerpo. —Rob Williams, creador de PSYCH-K, un sistema de tratamiento fisiológico basado en la energía.

5. Ante un autosaboteo (debido a una creencia subconsciente)

En lugar de culparnos por sabotearnos, nos podemos preguntar: ¿qué emoción se mueve? ¿qué creencia se esconde aquí? ¿cómo se originó? ¿qué puedo hacer para cambiar?

Por ejemplo, la falta de merecimiento es un obstáculo para manifestar lo que queremos.

Además de identificar las creencias limitantes, podemos desarrollar la autoobservación o autoconsciencia que nos ayudarán a modificarlas.

Si algo que quieres cambiar se repite es porque aún no has llegado a la causa. Hay que limpiar de raíz el origen de la creencia.

Autoconsciencia: observar, sentir sin juzgar

La autoconsciencia es el modo de atención plena en el momento presente. Puede observar, evaluar y reprogramar los comportamientos, pensamientos, emociones e ideas. Puede decidir cómo reaccionar o no a la mayor parte de las señales del entorno.

La mente consciente (que hace parte de la consciencia) tiene acceso a la mayor parte de los datos almacenados en nuestro banco de memoria a largo plazo.

La capacidad de la consciencia de identificar y obviar la programación de las creencias subconscientes es la base del libre albedrío. Es la llave de la libertad.

Podemos elegir el filtro con el que vemos la vida para que nos ayude o perjudique, para sentir amor y alegría o miedo y tristeza. Tenemos elección.

La consciencia es creativa de manera espontánea. Puede examinar comportamientos, puede intervenir y crear una nueva respuesta. Nos confiere libre albedrío, lo que significa que NO somos víctimas de nuestra programación.

La programación subconsciente toma las riendas cuando el consciente se descuida.

La consciencia puede adelantarse o retroceder en el tiempo, mientras que el subconsciente solo opera en el ahora.

Una vez que somos conscientes de que somos responsables de lo que pasa en nuestra vida podemos cambiar y ampliar nuestro estado de consciencia.

Para prosperar debemos neutralizar los agentes estresantes y buscar de modo activo la alegría, el amor, la paz, que son elementos de un estado de consciencia más amplio.

Y llenar nuestra vida de estímulos que desencadenen el proceso de crecimiento. El mejor promotor de crecimiento es el amor (libre e incondicional). Por favor, el amor es algo muy distinto al apego, el deseo, el enamoramiento, la dependencia, etc. Si te duele y te hace daño, es no es amor.

Podemos elegir nuevas formas de percibir el entorno y cambiar la trayectoria de nuestra vida, modificando las creencias.

Es posible.

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Referencias

La biología de la creencia, la liberación del poder de la conciencia, la materia y los milagros. The Biology of belief. Unleashing the Power of Consciousness, Matter and Miracles. Dr. Bruce H. Lipton. Traducción: Concepción Ramírez G. Ed. Palmyra. Madrid, 2007.

PSYCH-K change your subconscious beliefs in minutes. Future Trader Trading Journal. Youtube, 25-abr-2017. (Demostración en vivo del método de Rob Williams).

Pasos para dejar de juzgar y sus beneficios

Parece que es más fácil dejar de comer que dejar de juzgar.

¿Juzgar a los demás es algo habitual para ti?, ¿por qué te juzgas y juzgas a los demás?, ¿qué ganas poniendo etiquetas y adjetivos a todo?

El juicio, la crítica, la queja son expresiones del ego en su modo automático. Y el ego surge de la mente dividida que cree en la separación. Esta creencia causó la caída del ser humano hace miles de años, según “Un curso de milagros”.

Desde entonces nos percibimos en dualidad: negativo y positivo, femenino y masculino, bueno y malo, oscuridad y luz, éter y materia, amor y miedo, yin y yang, yo-soy, contenido y contenedor, etc.

Juzgar es contrario al amor de la mente recta al servicio del Espíritu. Juzgar de forma automática, porque todo el mundo lo hace y parece normal, es un error y se puede corregir.

Juzgar es un acto de desinformación o acusación falsa. Es crear una historia mental basada en la percepción personal. Juzgar es un instinto reptiliano y puede hacer daño.

Nos juzgamos a nosotros, a los demás, a las cosas y a las circunstancias. Otra forma de juzgar es generalizar: “todos los políticos son corruptos”.

Hoy te invito a dejar de juzgar en tu día a día o por lo menos por un día. Te invito a aprender a observar con presencia plena y sin poner etiquetas a las personas, cosas o circunstancias. Sin comparar lo que ves con lo que tú consideras correcto, aceptable, etc.

 

En la estructura cuántica nada es bueno o malo, solo es. Tu percepción determina lo que es verdadero o falso para ti. Tu atención y enfoque hacen que un pensamiento se manifieste. —Marina Jacobi. Manifestación cuántica.

 

Beneficios de dejar de juzgar

🧡 Aprender a observar sin juzgar es una maestría que te llena de serenidad sostenida, aceptación y bienestar espiritual.

🧡 Cuando dejas de juzgar te liberas de una carga negativa y te llenas de energía positiva. Y esto se traduce en vitalidad y alegría.

🧡 El cambio de enfoque de lo negativo (juzgar) a lo positivo (encontrar nuevas posibilidades, fortalezas) te permite avanzar, hacer tus sueños realidad y admirar a los demás.

🧡 Juzgar (criticar, evaluar, clasificar, etiquetar, analizar) crea turbulencia en tu diálogo interno. Dejar de juzgar calma la mente y te da paz.

🧡 Dejar de juzgar da libertad. La libertad de estar presente en el cuerpo aquí y ahora, y fuera de la prisión del bucle mental.

Juzga menos y ama más. Cuando haya paz dentro, habrá paz fuera.

🧡 Aprender a observar sin juzgar es vital en este momento cósmico. Las oportunidades de evolución que tenemos ahora no se van a volver a presentar hasta dentro de muchos millones de años. ¿Lo sabías?

Dejar de juzgar es despejar las nubes oscuras que te impiden sentir el sol y ver el cielo azul. Dejar de juzgar es bajarle el volumen al ego y sintonizar con el amor del Espíritu. Dejar de juzgar es entender que al percibir —lo que creemos es la realidad— estamos interpretando de manera sesgada.

¿Qué podemos hacer para dejar de juzgar?

Pasos para dejar de juzgar

1 🧡 Sal del modo automático:

Lo primero, como siempre, es parar y darte cuenta de tus pensamientos prejuiciosos, emociones y acciones. ¿Cómo vas a dejar de juzgar si no te das cuenta de que lo estás haciendo? ¿Te das cuenta de cuántas ideas son tuyas o han sido implantadas en tu subconsciente por el sistema o el clan familiar?

2 🧡 Ley del espejo:

Todo lo que vemos en otros también lo tenemos nosotros. Recuerda que todo lo que ves es una proyección, y si cambias la forma en que piensas, cambia lo que proyectas y experimentas. Entonces, en lugar de poner un dedo acusador hacia fuera, mírate a ti mismo/a.

Las personas felices no atacan a los demás. Cuando sientas que otra persona te está juzgando recuerda que es su proyección, su herida desatendida. El juicio define al que juzga.

¿Te das cuenta de que los otros son versiones tuyas? Ese que te enfada es tu otro yo, la otra cara de la moneda. Es el espejo que te muestra lo que no ves en ti.

3 🧡 Agradece:

Cuando quieras juzgar, criticar o quejarte, para un momento y agradece. Sí, la gratitud reduce la carga negativa de lo que te pasa, piensas y sientes. La gratitud equilibra la balanza de la dualidad. La gratitud nos acerca a la neutralidad de observación que te permite tomar distancia serena y entenderte a ti y a los demás.

4 🧡 Observa en silencio:

Desconocemos las circunstancias de cada ser. ¿Puedes acallar los prejuicios y soplar imaginando que son nubes que se lleva el viento? Una clave para reducir el ruido es concentrar la atención plena en la respiración. ¿Podrías inspirar y expirar sintiendo que al exhalar se diluyen esos prejuicios?

5 🧡 Replantea con mente abierta:

Hay muchos caminos y formas de hacer las cosas. Y los demás tienen derecho a pensar y resolver de manera distinta. Cada persona tiene un punto de vista diferente y nadie en esta dimensión conoce la totalidad. Entonces nuestros puntos de vista, aunque antagónicos, son respetables y complementarios.

6 🧡 Ve más allá de las apariencias:

Deja de prejuzgar antes de conocer. ¿Juzgas a un desconocido por su apariencia? ¿Escoges un libro por su portada? Recuerda que el interior es más valioso que la fachada.

7 🧡 Desarrolla la empatía y la compasión:

Somos uno. La creencia en la separación no nos permite ver que somos uno. Creer que estamos separados limita el despliegue de todo nuestro potencial y nos divide. En lugar de juzgar, intentemos comprender y ponernos en el lugar del otro.

La compasión es reconocer, con profundo respeto, la dignidad que hay en ti y en los demás.

Cuando te veas tentado a juzgar a una persona piensa: ‘Si su pasado fuera tu pasado, si su dolor fuera tu dolor, si su nivel de consciencia fuera tu nivel de consciencia, pensarías y actuarías exactamente como él o ella’. Esta comprensión trae consigo perdón, compasión y paz.  Eckhart Tolle. Ver en instagram.

8 🧡 Procura no asumir:

Es mejor preguntar y salir de dudas antes de afirmar o juzgar.

Los malos entendidos provienen de la interpretación que damos. Es mejor tomarse el tiempo para comprender qué pasa de verdad.

Hacemos parte de la misma consciencia cósmica en evolución. Somos fichas de un gran rompecabezas multidimensional y espiritual. Cada ficha es distinta y tiene una función.

Somos almas inmortales viviendo una corta experiencia humana. Somos Espíritu experimentando en la materia. ¿Con qué derecho juzgamos lo que cada alma ha venido a experimentar aquí?

Todo error es parte del aprendizaje. Mis errores me han enseñado a ser más amorosa y compasiva conmigo misma y con los demás. Me han enseñado a dejar de juzgar. Me han abierto el corazón y la perspectiva.

Estamos en un momento de cambio. Cuando te lleguen nuevas sensaciones, permítete sentir sin juzgar, y suelta.

Uno de los ejercicios que propone el libro “Un curso de milagros” es pasar un día, solo un día, sin juzgar nada de lo que te suceda ni a nadie

¿Te apuntas al reto de pasar un día sin juzgar? Me encantaría que me dieras tu opinión en los comentarios. 👇

Gracias por haber leído hasta aquí, y te felicito si ya estás en el camino del amor libre de juicios.🧡

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Represión y tabú: Cómo nos condicionan desde la infancia

Adiós, niña buena. N.M. Parga

Desde que nacemos, cual semillas de posibilidades, nos cuadriculan en la forma de pensar, ser, sentir y hacer de la sociedad y la familia a las que pertenecemos. Sin darnos cuenta, nos volvemos copias. A mí me educaron para ser una niña buena, con todo lo que eso implica. Llevo años sintiendo que no encajo en ningún molde, que a ratos llevo puesta una camisa de fuerza. —Adiós, niña buena.

 

¿Te has sentido así? Dentro de un molde en el que no encajas o como una langosta en crecimiento que necesita romper el caparazón, mudar de piel y cambiar de agua.

Decirle adiós a la niña buena es decirle adiós a distintas formas de represión externa y de autocensura. Es liberarse de creencias limitantes en un proceso de toma de consciencia que requiere honestidad y valentía. Implica revisar el discurso, las nociones y las prácticas con las que defines quién eres, qué decides y dónde quieres estar. Decirle adiós a la niña buena es ser la persona que quieres ser y no lo que otras personas esperan que seas.

Esa camisa de fuerza no nos deja expresarnos como quisiéramos. Está basada en los patrones de pensamiento que heredamos en familia, de manera consciente o inconsciente. Y nuestra familia es un hilo de ese tejido modelador que es la sociedad, con su cultura, política e historia.

Esa camisa de fuerza también está tejida por distintas formas de poder (patriarcal, disciplinario, neoliberal) que han aparecido en la historia y que siguen existiendo yuxtapuestos.

«El poder patriarcal del siglo XVIII es un poder soberano, una autoridad vertical que da muerte y controla la producción. El poder disciplinario del siglo XIX es horizontal y controla los cuerpos libres, la reproducción y la vida. El poder neoliberal del siglo XX y XXI es mercantil y mediático. Controla a los consumidores y modifica la estructura de los seres vivos con prótesis tecnológicas, como la píldora anticonceptiva», afirma Paul Beatriz Preciado.

Michel Foucault, el filósofo e historiador francés, en su Historia de la sexualidad, relacionó la represión con el “biopoder”, “el arte de gobernar los cuerpos libres”. Es decir, todas las políticas económicas, geográficas y demográficas que establece el poder para el control social.

Y el poder se ejerce, a veces, de forma sutil. Controlando nuestros cuerpos, controlan nuestra vida. Nos estandarizan, nos fragmentan, nos someten. Y cuando hablamos del control del cuerpo, hablamos de todo lo que implica la sexualidad.

¿Qué es la sexualidad?

La sexualidad es mucho más que el sexo y el sexo es mucho más que el coito. La sexualidad es tu propio modo de vivir el hecho de ser mujer, hombre o transexual, tu manera de situarte en el mundo, mostrándote tal y como eres.

La sexualidad es un aspecto central del ser humano. Abarca el sexo, las identidades, los papeles de género, el erotismo, el placer, la intimidad, la reproducción y la orientación sexual. Se vive y se expresa a través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas, prácticas y relaciones interpersonales.

La sexualidad es un universo complejo en el que interactúan factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos, legales, históricos, religiosos y espirituales.

Las cuatro características de la sexualidad son: el erotismo, la vinculación afectiva, la reproductividad y el sexo genético y físico. —Organización Mundial de la Salud.

La sexualidad es más que el sexo y que el erotismo. No son sinónimos. También abarca la sensualidad, la maternidad, la paternidad, la lactancia, la menstruación, el climaterio (menopausia) y el placer.

El placer es poderoso. El placer es vital. El placer nutre nuestra creatividad y expansión. Nos hace sentir bien. Nos motiva. Por eso lo cercenan. Sin placer perdemos vitalidad y poder. Sin placer somos manipulables.

La energía del placer expande la consciencia. — Sylvia de la Luz.

Y una forma de sentir placer es gracias al sexo. La energía sexual es la energía fundamental que da vida y de la muerte. Sin sexo ni tú ni yo hubiéramos nacido. El sexo crea vida y nos hace sentir vivos. Es grandioso cuando es una expresión de amor, de comunión y de intimidad. La energía que se expresa en el sexo es creativa, sanadora y vital. Mejora la autoestima y la salud.

Solo cuando se reprime se degenera en perversiones, psicosis y crímenes sexuales. Y se ha reprimido desde Adán y Eva.

Represión y tabú: ¿Cómo nos condicionan desde la infancia?

Condicionar es hacer depender algo de alguna condición. Es crear un hábito y un patrón de respuesta restringido.

La cultura nos condiciona en nuestra forma de ser desde que nacemos. Es un tejido que nos posibilita convertirnos en “algo” dentro de ciertos límites. Nos condicionan a pequeña y gran escala, en lo privado y en lo público. En el ámbito doméstico (familia, pareja); en el colegio, en la universidad, en la oficina, en el museo, en el barrio, en la ciudad, en los medios de comunicación, etc.

También heredamos y perpetuamos creencias falsas. Creemos que nuestro sexo, expresión y orientación sexuales son naturales y no lo son. Son construcciones sociales, culturales y políticas.

Lo cultural se enfrenta a lo natural. Cultural es el antibiótico que elimina las naturales bacterias. Cultural es sembrar trigo donde no estaba destinado a nacer. Cultural es que no tengamos descendencia con nuestros progenitores, cosa que en la naturaleza nada lo impide. El sexo entre humanos no es natural, es cultural, afirma Valérie Tasso.

Nos condicionan y verifican con ideales, nociones y con etiquetas que nos hacen válidos y aceptados o rechazados y excluidos. Ideales como ser una persona normal y sana, una mujer decente. Nociones como la orientación y las diferencias sexuales.

Por ejemplo, la noción médico jurídica “heterosexual” surgió en el siglo XIX. Y apareció como orientación sexual contraria a otras consideradas patológicas. En el siglo XIX también aparecieron las nociones de deficiencia y discapacidad.

El objetivo era equiparar sexo y reproducción. Es decir, fomentar la reproducción de los “no patológicos”. En particular: heterosexuales, blancos, de clase media, sanos, afirma el filósofo Paul Beatriz Preciado.

Y hemos integrado a tal punto estas nociones que nos identificamos a nosotros mismos por nuestra orientación sexual como heterosexuales, homosexuales y bisexuales.

En el siglo XIX también se separó la reproducción de la satisfacción y no para poner en valor el placer, sino para cercenarlo. Por lo que la mujer “ideal” de la época victoriana solo debía tener relaciones sexuales con fines reproductivos. Esto generó un estallido de casos de “histeria” y la consecuente creación del vibrador como utensilio de terapia médica.

Además, a mayor represión del placer corporal en una sociedad, mayor violencia. Esto lo demuestra un estudio del neurólogo norteamericano James W. Prescott titulado Placer corporal y origen de la violencia (Body pleasure and the origins of violence) publicado en el Atomist Scientist de noviembre de 1975. (*)

La libertad sexual de la mujer, la unión madre-criatura, el placer corporal en la
infancia (caricias, besos, abrazos, cuidados, masturbación) y la libertad de relaciones sexuales en la adolescencia son necesarios para una cultura de paz.

La represión comienza en casa

Vida contenida en una jaulaNuestra forma de entender la sexualidad es aprendida. Y, como explicó Jung, hay un inconsciente colectivo que todos compartimos.

En casa aprendemos una escala de valores que sanciona ciertos comportamientos y preferencias, que evalúa las experiencias. Por lo que nos permitimos, o no, experimentar prácticas nuevas. Dicha escala de valores no viene predeterminada sino que la vamos construyendo, modificando a medida que vivimos.

En casa nos condicionan cuando nos educan para ser “buenos/as”. Es decir, cuando nos enseñan a obedecer, a callar y a complacer para ser “normales”, aceptados y queridos por nuestra familia. Las etiquetas implican toda una serie de restricciones y de verificaciones que varían según el clan y el contexto social, económico y cultural.

Para amoldarnos, las niñas aprendemos a bajar nuestro nivel de vitalidad. “Estate quieta, permanece sentada, sé buena”. La mente doblega al cuerpo. En los colegios se nos sienta en sillas, quietos durante muchas horas al día. Eso hace la ruptura entre cuerpo y mente. Se nos pide que seamos asexuales. Jugamos con muñecas que no tienen genitales. Nosotras tampoco nos miramos ahí. Ese espacio ya no nos pertenece. Pertenece a la honra de la familia, a la pareja, al ginecólogo. ¿Cuántas mujeres meten sus dedos en sus vaginas? Y así perdemos las conexiones neuromusculares y dejamos de sentir. —Mónica Felipe-Larralde.

En casa y en la calle escuchamos frases que juzgan, descalifican y limitan: «Los genitales huelen mal». «Es una guarrada». «Las chicas buenas no hacen eso». «De esto no se habla en público». «Una mujer decente no manifiesta su interés sexual ni toma la iniciativa». «Las madres deben amamantar a su bebé en privado». «El sexo anal es de homosexuales». «Los hombres no lloran». «Las mujeres no se masturban». «Calladita estás más bonita». «No hables, no toques ni pienses en sexo»…

Otra forma de represión doméstica es no llamar a las cosas por su nombre. Al no llamar a los órganos sexuales por su nombre, estamos ocultándolos. Al esconderlos damos el mensaje erróneo de que tienen algo de “malo, indecente, sucio e innombrable”. Damos a entender que nos da vergüenza. Y desde la infancia asociamos ciertas partes del cuerpo como vergonzosas.

La libertad empieza llamando a las cosas por su nombre. —Eve Ensler, autora de Los monólogos de la vagina.

Entre los siete y los nueve años, los niños deberían ser capaces de nombrar todas las partes del cuerpo incluyendo los genitales (vulva, labios, clítoris, vagina, pene, testículos, glande, uretra, ano…). También deberían reconocerse gracias a la autoexploración, la observación y el juego.

La autoexploración sucede de manera espontánea y va muy unida a la curiosidad. Para los niños esto no tiene nada de malo/morboso, porque no juzgan, hasta que un adulto les hace sentir “malos o sucios” por tocarse aunque sea en privado.

Al no permitir o al juzgar la exploración del propio cuerpo estamos truncando el conocimiento, la curiosidad y la conexión física para sentir placer.

Y todo lo que está prohibido decir o hacer se convierte en algo inaceptable, en tabú. En torno al tabú aparecen falsas ideas relacionas con aquello que se trata de evitar. Veamos tres ejemplos.

Tabú # 1: la masturbación

Muchas personas tienen la creencia infantil de que si se masturban pierden la capacidad de desear. Es justo lo contrario. Con la práctica no perdemos la capacidad, la incrementamos.

“Todo el mundo sabe masturbarse”. Pues no. Esta es otra falsa creencia. La masturbación también se aprende. Algunos con un “sobresaliente”; otros, con un “está progresando adecuadamente”. Depende de nuestra morfología, del grosor de la piel, de la habilidad y del permiso que nos demos para gozar. Y como es tabú, en lugar de enseñar a masturbarnos nos cohíben.

Nos trasmiten creencias erróneas, falacias moralistas que pueden llegar a perjudicar nuestra salud. Así, una sesión de “autoamor y autodescubrimiento” se convierte en tabú. Y en esto, la religión tiene mucho que ver.

En el catolicismo la masturbación es pecado. En el judaísmo, está prohibida. Los musulmanes la consideran un mal menor. El budismo desaconseja esta práctica porque considera que el deseo es una causa del sufrimiento. El hinduismo dice que masturbarse es decisión propia.

En una familia donde la represión sexual es muy alta, las jóvenes no se exploran, reciben mensajes negativos sobre su sexualidad y en consecuencia, algunas pueden llegar a tener vaginismo sin haber vivido ningún abuso, afirmó la fisioterapeuta sexual Tania Manglano en un encuentro en la Fundación Entredós.

Mientras las religiones prohíben la masturbación, los sexólogos la prescriben como tratamiento.

Y los terapeutas alternativos recomiendan que “no vayas al punto”. Es decir, que estimules todo tu cuerpo, descubras tu mapa erótico y te des un homenaje sin prisas. Y en lugar de masturbación hablan de sesión de autoamor o autotoque amoroso en la que elevas la energía de tu primer y segundo chakra hasta el séptimo y más allá. Una práctica que te relaja y te conecta con tu divinidad, en lugar de dejarte “más-turbado”.

Tabú # 2: la menstruación

Todo lo referente a la menstruación es aún tabú en la mayoría de los países. En India e Irán el 48% de las niñas no sabe nada acerca del período, según UNICEF. Esto es dañino para la salud física, psicológica y mental de esas niñas que no comprenden lo que les pasa y se sienten “sucias, aisladas y no válidas”.

Hay silencios que sanan y hay silencios que dañan. Con respecto a la sexualidad, lo más sano es compartir información y experiencias que nos ayudan a conocernos mejor y a entender lo que nos sucede. Esto nos permite tomar mejores decisiones y evitarnos dolores.

Contarnos cómo lo estamos viviendo es necesario. Con la tecnología y el ritmo actual de vida, estamos perdiendo eso que se genera en grupo cuando hablamos y compartimos experiencias de vida.

Los mayores dolores con relación al ciclo menstrual (aquellos que nos son patologías) tienen que ver con el silencio, con la ignorancia y con la representación del papel de género que va actualizándose o cambiando con el tiempo.

Hablar de sexualidad humana es hablar de la esencia misma del ser humano. —Maurice Merleau Ponty, filósofo.

Las mujeres somos cíclicas y cuando cuidamos nuestra alimentación, tiempos de descanso y actividades diarias, nuestros ciclos se acoplan a las fases de la luna y se hacen indoloros. Y cada fase tiene características distintas, cambios de humor y niveles de energía. Saberlo ayuda a organizar la agenda de actividades y a priorizar.

El tabú de la menstruación también desvaloriza la sangre menstrual, la considera un desecho. Y no lo es. Las mujeres cazadoras-recolectoras de la antigüedad la utilizaban para curar las heridas y para fertilizar la tierra. La sangre menstrual contiene células madre, un componente con alta capacidad de regeneración de tejidos corporales. Por eso la usan en laboratorios de criogenética para curar enfermedades celulares como la leucemia o el cáncer.

Tabú # 3: la virginidad

Virgen es el estado de una persona que no ha mantenido relaciones sexuales, que no ha sido explorada y que por tanto está intacta. Y una joven intacta puede tener el himen roto por causas distintas a las sexuales (ejercicios violentos, caídas, etc.). Por tanto, equiparar la virginidad con el estado del himen es una falacia.

Además, se suele relacionar la virginidad con la castidad. En algunas culturas y religiones se pide que las personas lleguen vírgenes al matrimonio. Por ello, promueven la castidad que es la virtud de dominar los instintos sexuales para orientarlos hacia un crecimiento espiritual. Esta abstinencia sexual se ve amenazada por la lujuria, la masturbación, la fornicación, la pornografía y la prostitución.

Y aunque las costumbres están cambiando, la idea de virginidad es aún una presión social, una forma de verificación que aprueba o excluye. Por ejemplo, una mujer que haya tenido varios novios —y, presuntamente, relaciones sexuales con todos ellos— antes de los veinte años en un país de América Latina tendrá pocos pretendientes “serios”. Demostrar que eres una buena chica es esencial si quieres casarte.

El tema de la honra y la virginidad ha dado para muchas novelas. “Crónica de una muerte anunciada” de Gabriel García Márquez muestra el absurdo al que puede llegar una familia para «limpiar la honra» de una mujer que no llega virgen al matrimonio.

Todos tenemos tabúes. ¿Cuáles son los tuyos? ¿Qué te permites y qué no? ¿En qué te fijas? ¿Qué te estás perdiendo? ¿Qué quieres repetir? ¿Qué necesitas? ¿Cómo vives tu sexualidad? ¿Quieres liberarte de alguno de tus tabúes?

Tabú y represión van de la mano. En contextos políticos y sociales y psicoanalíticos, reprimir implica la pretensión de impedir un comportamiento o de castigarlo. En todos los contextos, la represión se ejerce desde un ámbito de poder, público o íntimo.

A grandes rasgos, vivimos en una sociedad jerárquica en la que una minoría que tiene el poder decide sobre la educación, la economía, la sanidad, la seguridad, la alimentación, etc. Vivimos en la sociedad de la desinformación por saturación (infoxicación) que distorsiona la percepción de la realidad. Una sociedad donde la cultura se ha masificado para consumir entretenimiento y diversión de manera fácil y rápida.

Vivimos en una sociedad consumista, del úsalo y tíralo, donde todo tiene fecha de caducidad, incluso las relaciones personales. Una sociedad donde la orientación sexual, los miedos, los tabúes y los placeres son usados para explotar un nicho de mercado.

También vivimos en una sociedad que está cambiando. Hay grupos de personas cuyo nivel de consciencia está aumentando de manera exponencial. Y todos tenemos la posibilidad de parar, reflexionar y decidir antes de actuar. De ser más conscientes del momento presente.

El tabú termina cuando rompemos el silencio y la censura y nos abrimos al diálogo, a ver lo mismo desde otra perspectiva. En una sociedad patriarcal, las mujeres que se conocen, se aman y se respetan a sí mismas están generando la transformación.

Respetarnos en una sociedad que nos insulta veinte veces al día es lo más valiente que podemos hacer: contra el patriarcado, la ternura es una herramienta brutal. —Judith Duportail, autora de «El algortimo del amor».

Puedes vivir la sexualidad que quieres, no la que el sistema nos vende. Y aunque la cultura en la que has crecido haya marcado tus valores y modificado tu cuerpo, puedes soltar lo que te pesa y quedarte con lo que te permite avanzar más a gusto. Liberarte de todas esas capas te permitirá conectar con tu verdadera esencia.

Nos han domesticado para que busquemos el amor afuera cuando ya somos amor. Eres una consciencia lista para brillar. ¿Te tomas el tiempo para indagar cuál es tu propia naturaleza?

 

Referencias

N.M. Parga, Adiós, niña buena, Amazon, 2018.

Paul Beatriz Preciado, la sexualidad es como las lenguas, se pueden aprender varias. El País.

Estudio sobre el contenido de la sangre menstrual

(*) Textos disponibles escritos y compartidos por Casilda Rodrigañez Bustos.

Una mujer que se ama a sí misma

Una mujer que se ama a sí misma

Mujer: somos la esperanza. Óleo. N.M. Parga

Nos hemos desvalorado con patrones de pensamiento heredados.

Nos han dicho que somos el sexo débil. Miden nuestra belleza en colores, kilos y tallas. Han dudado de nuestras habilidades intelectuales.

Nos han impedido el derecho al voto y el acceso a la educación. Nos es casi imposible llegar a puestos de poder. Nos pagan menos que a los hombres por hacer el mismo trabajo.

Nos acosan. Nos violan. Nos matan. Las leyes no nos protegen lo suficiente. Incluso durante una época se nos consideró seres asexuados, relegados a la satisfacción del macho y a la reproducción.

Y todavía la ablación es una práctica común en más de 32 países. Al año, tres millones de niñas sufren esta tortura. Lo peor, es que la realizan mujeres.

¿Por qué? ¿Para qué?

La potente sexualidad femenina

Algunas personas piensan que nos reprimen más a nosotras porque nuestra sexualidad es más amplia y potente.

Nosotras, a diferencia de los hombres, tenemos clítoris cuya única función conocida es la de proporcionar placer sexual. Nosotras no tenemos período refractario durante el sexo y podemos tener múltiples orgasmos sin perder energía.

Nosotras somos vehículo de vida porque gestamos a nuestros hijos y creamos proyectos vitales. Nosotras nutrimos el cuerpo y el alma. Amamantamos, primero. Alimentamos, después. ¡Hasta nuestra sangre menstrual es fertilizante!

Nosotras tenemos más inteligencia y fortaleza emocional. Nosotras ofrecemos nuevos puntos de vista para el desarrollo de la ciencia y las humanidades, como lo demuestra una larga lista de mujeres ejemplares. Y eso es muy valioso.

Somos valiosas. Deberíamos estar orgullosas de decir: «Soy una mujer, en un cuerpo de mujer y me encanta serlo».

Además, si mujeres equilibradas gobernaran no habría guerras. ¿Qué madre enviaría a la muerte, a la tortura y al sufrimiento en vano a un hijo propio o ajeno? ¿Qué mujer utilizaría el cuerpo de otra mujer como arma de guerra? *

Nosotras preferimos la colaboración a la competición. No tenemos que estar demostrando nuestra fuerza física, ni nuestro poder. Preferimos mostrar nuestras habilidades.

Pero nos educan y nos moldean para que seamos obedientes, para que traguemos entero y no intentemos salirnos de la norma. Nos educan para que nos creamos lineales olvidando que somos cíclicas. Y, ¿quién impone esas normas? Una minoría masculina que traza los parámetros para la mayoría. Hombres y mujeres.

Y aquí quiero recalcar que los hombres que aman a las mujeres (sean madres, hermanas, amantes, amigas, colegas…) están a favor de nosotras. No todos los hombres son depredadores, violadores, abusivos, etc.

Dejar de enfrentarnos es un paso necesario para recuperar nuestro poder en tanto que seres humanos. Somos complementarios y en este mundo dual todos tenemos polaridades femenina y masculina, por eso mi propuesta es el equilibrio, la armonía de la energía.

Cuidar los derechos de las mujeres no significa reducir los derechos de los hombres. Podemos vivir en equilibrio, equidad y paz.

Además de enfrentarnos nos reprimen o mejor dicho: nos enfrentamos y nos reprimimos. Y la represión disminuye el valor natural y vital que tiene la sexualidad. Reprimir la sexualidad es una forma de quitarnos poder. Es una herramienta de manipulación y de desvalorización.

La sexualidad es mucho más que el sexo y el sexo es mucho más que el coito. La sexualidad es tu propio modo de vivir el hecho de ser mujer/hombre/transexual, etc., tu manera de situarte en el mundo, mostrándote tal y como eres.

¿Te muestras tal y como eres?

Adiós, niña buenaEmpoderarse significa ponerse en valor e influir en el mundo. «El poder personal es la capacidad que tenemos como mujeres de ser capaces de crear la vida que anhelamos, a través de una elección consciente de aquello que deseamos experimentar».

Para conectar con nuestro poder personal hemos de liberarnos de miedos, mitos y culpas. Y eso es lo que hace Sara, la protagonista de Adiós, niña buena.

Sara decide deshacerse de límites, prejuicios y creencias. Decide aceptar su cuerpo y darse permiso para gozar. Decide expresarse con libertad y pedir lo que quiere. En el camino, aprende a conocerse mejor y a amarse a sí misma.

Paso a paso, Sara reflexiona sobre las relaciones de pareja, el matrimonio, la monogamia, la infidelidad y el poliamor para llegar a un nuevo equilibrio. Sara explora, entre otros temas, el masaje tántrico, los círculos de mujeres, el tantra, la terapia sexual de pareja, el cibersexo y los juegos de rol. Y lo hace desde la mirada curiosa de su niña interior.

Sara aprende que es necesario ser dueña y protagonista de su propio placer, de su vida. Es decir, ser responsable de su sexualidad. Empezar por ella. Ser su mejor amante. Eso implica conocer el propio cuerpo, los deseos, fantasías, necesidades, bloqueos y límites.

Y por supuesto, comete errores que son parte del aprendizaje, y vive experiencias placenteras y dolorosas que llaman su atención sobre la importancia de amarse a sí misma.

Una mujer que se ama a sí misma

Una mujer que se ama a sí misma, conoce sus límites, se respeta y se hace respetar. Se pone en valor y se compromete consigo misma. No acepta que la usen, humillen o maltraten. Se cuida. Se aprecia. Se acepta. Se da permiso para gozar. Toma decisiones y aprende de sus errores. Se hace visible. Se informa. Se forma. Crece en sabiduría. Cree en ella misma.

¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido con el conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido con la información? — T.S. Elliot.

Una mujer que se ama a sí misma sabe que no es una media naranja sino un ser completo y decide compartir o no su tiempo con otras personas llámense marido, pareja, hijos, amigos, padres, conocidos, compañeros de trabajo, etc. Una mujer que se ama a sí misma aprende del conflicto y se aleja de las personas y situaciones que le hacen daño cuando no las puede cambiar.

Una mujer que se ama a sí misma, en una sociedad de represión moderada como la nuestra, recupera el poder que ha ido cediendo en otras personas e instituciones. Recupera la confianza en sus propias capacidades, decisiones y acciones. Se responsabiliza de los propios éxitos y de los errores necesarios para el crecimiento y el aprendizaje. Aprende a gestionar sus finanzas lo que le da independencia.

Una mujer que se ama a sí misma se expresa con libertad, sin importar el qué dirán, y participa en el cambio social.

No podemos modificar lo que ya ha sucedido. Aunque sí podemos escoger la propia actitud ante cualquier circunstancia. **

Una actitud responsable, no guerrera. Luchar no es reivindicar. Creo que la lucha está sobrevalorada***. Nos enfrenta. Nos debilita. No es la solución. Hace parte del sistema jerárquico patriarcal, del divide y vencerás, del discurso bélico. Hace que pierdas el foco y que uses tu energía en atacar no en crear.

Lo que sí funciona es tejer redes de solidaridad y sororidad. Compartir los aprendizajes y hacer eco. Transformar desde la creatividad, la colaboración y la educación. Hacer valer los derechos adquiridos.

Se trata de recuperar nuestro propio poder, nuestra confianza e influir en el cambio de perspectiva a pequeña y gran escala desde hoy.

Dentro de ti tienes un reloj biológico que late y vibra para que veas lo esencial y practiques todo lo que significa ser una persona que —de verdad— se ama y se valora a sí misma.

Estas son algunas ideas. Me encantaría que compartieras en los comentarios otras formas de empoderamiento y amor propio. ¡Gracias!

Referencias

Parga, N.M. «Adiós, niña buena», Amazon, 2018.

Ruiz Ruiz, Isabel, «Mujeres». Colección de libros ilustrados.

Notas

* Se calcula que un 1-2% de la población es psicópata, de la cual el 50% son mujeres.

** Parafraseando a Viktor Frankl.

*** Creo que las palabras «luchar y lucha» podrían cambiarse por otros verbos y sustantivos más apropiados y enriquecedores. Las palabras que utilizamos son importantes y definen nuestra cosmovisión.