Una mujer que se ama a sí misma

Una mujer que se ama a sí misma

Mujer: somos la esperanza. Óleo. N.M. Parga

Nos hemos desvalorado con patrones de pensamiento heredados.

Nos han dicho que somos el sexo débil. Miden nuestra belleza en colores, kilos y tallas. Han dudado de nuestras habilidades intelectuales.

Nos han impedido el derecho al voto y el acceso a la educación. Nos es casi imposible llegar a puestos de poder. Nos pagan menos que a los hombres por hacer el mismo trabajo.

Nos acosan. Nos violan. Nos matan. Las leyes no nos protegen lo suficiente. Incluso durante una época se nos consideró seres asexuados, relegados a la satisfacción del macho y a la reproducción.

Y todavía la ablación es una práctica común en más de 32 países. Al año, tres millones de niñas sufren esta tortura. Lo peor, es que la realizan mujeres.

¿Por qué? ¿Para qué?

La potente sexualidad femenina

Algunas personas piensan que nos reprimen más a nosotras porque nuestra sexualidad es más amplia y potente.

Nosotras, a diferencia de los hombres, tenemos clítoris cuya única función conocida es la de proporcionar placer sexual. Nosotras no tenemos período refractario durante el sexo y podemos tener múltiples orgasmos sin perder energía.

Nosotras somos vehículo de vida porque gestamos a nuestros hijos y creamos proyectos vitales. Nosotras nutrimos el cuerpo y el alma. Amamantamos, primero. Alimentamos, después. ¡Hasta nuestra sangre menstrual es fertilizante!

Nosotras tenemos más inteligencia y fortaleza emocional. Nosotras ofrecemos nuevos puntos de vista para el desarrollo de la ciencia y las humanidades, como lo demuestra una larga lista de mujeres ejemplares. Y eso es muy valioso.

Somos valiosas. Deberíamos estar orgullosas de decir: «Soy una mujer, en un cuerpo de mujer y me encanta serlo».

Además, si mujeres equilibradas gobernaran no habría guerras. ¿Qué madre enviaría a la muerte, a la tortura y al sufrimiento en vano a un hijo propio o ajeno? ¿Qué mujer utilizaría el cuerpo de otra mujer como arma de guerra? *

Nosotras preferimos la colaboración a la competición. No tenemos que estar demostrando nuestra fuerza física, ni nuestro poder. Preferimos mostrar nuestras habilidades.

Pero nos educan y nos moldean para que seamos obedientes, para que traguemos entero y no intentemos salirnos de la norma. Nos educan para que nos creamos lineales olvidando que somos cíclicas. Y, ¿quién impone esas normas? Una minoría masculina que traza los parámetros para la mayoría. Hombres y mujeres.

Y aquí quiero recalcar que los hombres que aman a las mujeres (sean madres, hermanas, amantes, amigas, colegas…) están a favor de nosotras. No todos los hombres son depredadores, violadores, abusivos, etc.

Dejar de enfrentarnos es un paso necesario para recuperar nuestro poder en tanto que seres humanos. Somos complementarios y en este mundo dual todos tenemos polaridades femenina y masculina, por eso mi propuesta es el equilibrio, la armonía de la energía.

Cuidar los derechos de las mujeres no significa reducir los derechos de los hombres. Podemos vivir en equilibrio, equidad y paz.

Además de enfrentarnos nos reprimen o mejor dicho: nos enfrentamos y nos reprimimos. Y la represión disminuye el valor natural y vital que tiene la sexualidad. Reprimir la sexualidad es una forma de quitarnos poder. Es una herramienta de manipulación y de desvalorización.

La sexualidad es mucho más que el sexo y el sexo es mucho más que el coito. La sexualidad es tu propio modo de vivir el hecho de ser mujer/hombre/transexual, etc., tu manera de situarte en el mundo, mostrándote tal y como eres.

¿Te muestras tal y como eres?

Adiós, niña buenaEmpoderarse significa ponerse en valor e influir en el mundo. «El poder personal es la capacidad que tenemos como mujeres de ser capaces de crear la vida que anhelamos, a través de una elección consciente de aquello que deseamos experimentar».

Para conectar con nuestro poder personal hemos de liberarnos de miedos, mitos y culpas. Y eso es lo que hace Sara, la protagonista de Adiós, niña buena.

Sara decide deshacerse de límites, prejuicios y creencias. Decide aceptar su cuerpo y darse permiso para gozar. Decide expresarse con libertad y pedir lo que quiere. En el camino, aprende a conocerse mejor y a amarse a sí misma.

Paso a paso, Sara reflexiona sobre las relaciones de pareja, el matrimonio, la monogamia, la infidelidad y el poliamor para llegar a un nuevo equilibrio. Sara explora, entre otros temas, el masaje tántrico, los círculos de mujeres, el tantra, la terapia sexual de pareja, el cibersexo y los juegos de rol. Y lo hace desde la mirada curiosa de su niña interior.

Sara aprende que es necesario ser dueña y protagonista de su propio placer, de su vida. Es decir, ser responsable de su sexualidad. Empezar por ella. Ser su mejor amante. Eso implica conocer el propio cuerpo, los deseos, fantasías, necesidades, bloqueos y límites.

Y por supuesto, comete errores que son parte del aprendizaje, y vive experiencias placenteras y dolorosas que llaman su atención sobre la importancia de amarse a sí misma.

Una mujer que se ama a sí misma

Una mujer que se ama a sí misma, conoce sus límites, se respeta y se hace respetar. Se pone en valor y se compromete consigo misma. No acepta que la usen, humillen o maltraten. Se cuida. Se aprecia. Se acepta. Se da permiso para gozar. Toma decisiones y aprende de sus errores. Se hace visible. Se informa. Se forma. Crece en sabiduría. Cree en ella misma.

¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido con el conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido con la información? — T.S. Elliot.

Una mujer que se ama a sí misma sabe que no es una media naranja sino un ser completo y decide compartir o no su tiempo con otras personas llámense marido, pareja, hijos, amigos, padres, conocidos, compañeros de trabajo, etc. Una mujer que se ama a sí misma aprende del conflicto y se aleja de las personas y situaciones que le hacen daño cuando no las puede cambiar.

Una mujer que se ama a sí misma, en una sociedad de represión moderada como la nuestra, recupera el poder que ha ido cediendo en otras personas e instituciones. Recupera la confianza en sus propias capacidades, decisiones y acciones. Se responsabiliza de los propios éxitos y de los errores necesarios para el crecimiento y el aprendizaje. Aprende a gestionar sus finanzas lo que le da independencia.

Una mujer que se ama a sí misma se expresa con libertad, sin importar el qué dirán, y participa en el cambio social.

No podemos modificar lo que ya ha sucedido. Aunque sí podemos escoger la propia actitud ante cualquier circunstancia. **

Una actitud responsable, no guerrera. Luchar no es reivindicar. Creo que la lucha está sobrevalorada***. Nos enfrenta. Nos debilita. No es la solución. Hace parte del sistema jerárquico patriarcal, del divide y vencerás, del discurso bélico. Hace que pierdas el foco y que uses tu energía en atacar no en crear.

Lo que sí funciona es tejer redes de solidaridad y sororidad. Compartir los aprendizajes y hacer eco. Transformar desde la creatividad, la colaboración y la educación. Hacer valer los derechos adquiridos.

Se trata de recuperar nuestro propio poder, nuestra confianza e influir en el cambio de perspectiva a pequeña y gran escala desde hoy.

Dentro de ti tienes un reloj biológico que late y vibra para que veas lo esencial y practiques todo lo que significa ser una persona que —de verdad— se ama y se valora a sí misma.

Estas son algunas ideas. Me encantaría que compartieras en los comentarios otras formas de empoderamiento y amor propio. ¡Gracias!

Referencias

Parga, N.M. «Adiós, niña buena», Amazon, 2018.

Ruiz Ruiz, Isabel, «Mujeres». Colección de libros ilustrados.

Notas

* Se calcula que un 1-2% de la población es psicópata, de la cual el 50% son mujeres.

** Parafraseando a Viktor Frankl.

*** Creo que las palabras «luchar y lucha» podrían cambiarse por otros verbos y sustantivos más apropiados y enriquecedores. Las palabras que utilizamos son importantes y definen nuestra cosmovisión.