Con los ojos vendados, me entusiasma la idea de lo que va a pasar. La esperanza es en sí misma una especie de felicidad. Aunque me caiga, aguardo lo mejor. Cada pequeño paso es un logro que me impulsa a continuar. Y si tropiezo con las piedras, lo acepto. Es lo que necesito en ese momento. Cierro los ojos y confío porque veo con el corazón. Creo en mí, aunque me cueste. Y por dentro una luz se enciende e ilumina el exterior. La vida tiene sentido, a pesar del resultado final o el destino. Cada amanecer me regala una página en blanco para llenarla de luz y color, con palabras creadoras, escogidas con amor. La esperanza es la certeza de que veremos la luna y luego el sol. Y aunque el día haya sido difícil, al anochecer mis ojos se cierran cargados de ilusión.
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