Hay dolores que nos sacuden y nos espabilan. Hay dolores que no empiezan en nosotros. Vienen de lejos, como un eco que se hereda de generación en generación a través de las cadenas de ADN.
Guerras, pobreza, abusos, hambrunas, pérdidas, desalojos, exilios, injusticias, secretos, traiciones, abandonos, incendios, inundaciones, amputaciones, etc., quedan grabados en la memoria colectiva y modifican la biología, en especial, afectan al sistema nervioso.
Hasta que un día alguien valiente se detiene. No para juzgar ni para vengar. Sino para sentir, para mirar el dolor a la cara y decir: «Ya ha sido suficiente».
Alguien decide dar amor donde hubo heridas. Decide ofrecer ternura y luz donde hubo sufrimiento y sombra. Decide cortar con ataduras invisibles, soltar y sanar.
Porque sanar no es olvidar. Sanar es honrar el amor verdadero y elegir un camino donde la violencia no tenga herederos. Hoy celebro a quienes se animan a sanar la historia, aunque tiemble el corazón a hacerlo. Porque su coraje es un regalo, no solo para ellos, sino para todos los que vendrán después. —Yesse Frecuencia.
Sanar es habitar el cuerpo con amor, presencia y descanso. Sanar no es silenciar el dolor sino escuchar los mensajes que tiene para nosotros. Porque todos hemos sentido dolor.
Y como hablo desde mi experiencia, aquí comparto parte de mi proceso por si puede darte algunas ideas.
Nota: Si te duele algo, lo mejor es ir al médico.
¿Estamos somatizando?
Somatizamos cuando, de manera involuntaria, manifestamos temas emocionales o psicológicos o situaciones estresantes a través de síntomas físicos (dolor, malestar, cansancio, enfermedades, etc.), sin que exista una causa médica clara.
A veces, ese dolor emocional desatendido produce dolor físico (somatiza) y así nos hace prestar atención al cuerpo.
La mente y el subconsciente nos hablan a través del cuerpo e influyen en él. Esta puede ser una comunicación de doble vía. Al escuchar, cuidar y trabajar en el cuerpo, al atender el origen del malestar, enviamos señales de que todo está bien y podemos revertir la situación, sanar.
Yo somatizo mucho y he comprobado en mi cuerpo que sí se puede restaurar e incluso llegar a sentir mayor bienestar. Algunas recuperaciones son rápidas; otras, tardan más.
Podemos cambiar la programación
Estamos programados para sentir dolor como una señal de protección. Por ejemplo, quienes no sienten dolor, debido a fallos del sistema nervioso, pueden mutilarse y quemarse sin sentir nada.
Cuando estamos ocupados o distraídos, nos golpeamos y no nos damos cuenta. Esto indica que prestar atención intensifica el dolor. El dolor necesita nuestra atención.
Heredamos programaciones, miedos y duelos que se manifiestan como hipervigilancia, desconexión, ansiedad, perfiles hormonales alterados, patrones alimentarios modificados, problemas de salud sin causa aparente, excesos que dan origen a trastornos, pensamientos obsesivos, etc.
La buena noticia es que podemos transformar la programación ya que los cambios epigenéticos no son permanentes. ¿Cómo? Con terapia, con nuevos hábitos y ampliando el estado de consciencia.
Identificar el dolor
Hay dolores que alertan y otros que anclan. Unos pasan rápido; otros, se intensifican. En mi caso, los dolores más fuertes que he sentido han sido los producidos por la hemorragia cerebral que tuve en el 2012 y por las contracciones y la episiotomía del primer parto en el 2005.
Ante semejante intensidad, al comienzo ignoré el dolor lumbar que empezó hace unos tres años. No le di importancia hasta que se intensificó y se combinó con dolor en el nervio ciático a finales del 2024. Me dolía cada paso que daba y a mí me encanta caminar. Entonces, saltaron todas las alarmas. Durante el proceso, el dolor me ha hecho descubrir aspectos de mí que desconocía y hacerme muchas preguntas:
¿Qué me dice este dolor? ¿Qué causa el dolor? ¿Con qué se relaciona (emociones, eventos, memorias, programación)? ¿A qué me recuerda? ¿Cómo funciona el dolor? ¿Qué alimenta? ¿De qué depende su intensidad/umbral? ¿El cerebro activa el dolor? ¿Prestar atención al dolor lo intensifica? ¿Qué creencias tengo acerca del dolor? ¿Por qué me duele? ¿He normalizado el dolor? ¿Cómo calmo este dolor?
Descubrí que el dolor puede iluminar algo a atender. Puede hacernos recordar quiénes somos y qué cargamos de tiempos remotos. Es un mensaje a través del cuerpo que sacude y espabila: mi salud está en mis manos.
Entonces, dejé de ignorarlo y me hice responsable de mi dolor. Fui al médico funcional, al traumatólogo, a fisioterapia, a shiatsu. Consulté durante meses con una psicóloga holística que tiene una percepción bastante amplia para observar este dolor desde otra perspectiva más sutil.
Biodescodificación
También, revisé el significado de ese dolor según la biodescodificación. La lumbalgia se relaciona con preocupación por el dinero o el futuro. Muchas veces refleja miedos relacionados con el sustento, el hogar, la seguridad económica y la estabilidad. Invita a confiar en la propia capacidad para sostenerse. La ciática con irradiación a la pierna refleja un conflicto entre lo que haces y lo que deseas porque no te estás moviendo hacia donde tu alma quiere. Invita a escucharse y a avanzar desde la propia verdad.
¿Qué estaba sucediendo en mi vida? Resulta que más o menos al mismo tiempo que apareció el dolor, hace tres años, compramos una casa a reformar. Llevamos tres años en trámites, permisos, licencias y cambios para hacer realidad un sueño que cuesta dinero y está relacionado con el hogar, el sustento y la estabilidad.
Entonces, puse en práctica lo siguiente:
Claves para escuchar y calmar el dolor
- ¿Estoy haciendo o pensando en algo que me está lastimando? Dejé de alzar pesas durante un mes, descansé y dejé de hacer movimientos que tiran de la espalda baja. Me había lastimado con unos ejercicios que hacía por mi cuenta.
- ¿Hay alguna postura con respecto a algún tema que me esté afectando? Presté atención a la posición de mi cuerpo de pie, sentada frente al ordenador y acostada. Resulta que mi postura física causaba parte del dolor lumbar.
- ¿Me estoy moviendo con soltura o con rigidez? El movimiento es muy importante: caminar, bailar, nadar, masajear y estirar con cariño. También probé la técnica Munz floor en la que todos los estiramientos y contorsiones se hacen acostados en el suelo. La desarrolló un bailarín francés que tenía problemas de columna y dolor crónico.
El 80 % de los dolores músculo-esqueléticos mejoran con ejercicio adecuado.
- ¿Me estoy nutriendo adecuadamente? Comencé a tomar suplementos de magnesio, potasio, fósforo, zinc, hierro. Y en momentos puntuales para dormir mejor: Ashwagandha y Traumel.
- ¿Estirar y masajear es suficiente o hay que enviar señales positivas al sistema nervioso? En mi caso, fue necesario calmar el sistema nervioso con respiraciones lentas y profundas durante la práctica de algunas posturas de relajación muscular progresiva que vi en Pain Academy y que me sirvieron mucho.
- ¿Hay alguna forma natural para disminuir el dolor? Decidí reírme más. La risa y el buen humor reducen el dolor y retroalimentan al cuerpo y a la mente con señales de bienestar.
- También le di las gracias a mi cuerpo por esta experiencia de vida y al dolor por invitarme a conocerme mejor y a superar bloqueos.
- ¿Cómo llego al origen del dolor? Entender el origen es clave para sanar. Seguí con el trabajo interior de autoconocimiento y limpieza de capas y de emociones estancadas, utilizando la meditación y la autoobservación como herramientas.
- Tuve paciencia y solté.
El arte sana

*Mi dolor lumbar, arteterapia
Además, en clase de arteterapia expresé y dibujé mi dolor en un trozo de tela porque fue lo que vi y sentí durante una meditación en la que quise conectar con el origen del mismo. ¿Qué vi? Vi a una mujer en Egipto hace muchos siglos. Alguien le daba una patada por la espalda y caía a una fosa llena de serpientes. Vi a un humanoide con cabeza de perro con el que ella había firmado un contrato. Vi un planeta precioso que aceptó ser engullido por la oscuridad y sentí mucho pesar.
Y por supuesto, escribí sobre el dolor. Un ejemplo es este artículo. La terapia narrativa me ayudó a identificar y a cambiar creencias limitantes, como la de normalizar el dolor. Escribir también me facilitó reconocer que sí estaba avanzando por etapas y a mi ritmo: con amor a mí.
El arte sana. Expresar en palabras o en imágenes lo que siento es liberador.
Y, después de probar y hacer, ¿sabes qué paso? Que el dolor desapareció por etapas y ya no siento dolor. Lo que te cuento aquí, me funcionó a mí. Te invito a comprobar qué te funciona a ti. Y recuerda:
No duele para que sufras. Duele para que cambies, para que quites lo que te impide crecer.
A «mayor grado de consciencia», menor dolor
En un estado de consciencia básico, el dolor nos protege y es inevitable. Sin embargo, la necesidad de protección nace del miedo que en términos energéticos tiene una frecuencia densa, lenta y baja.
En un estado de consciencia más amplio, el dolor es una herramienta opcional para observarnos, para conocernos, para saber por qué duele y crecer a partir de él. Es un aliciente para meditar, para conectar con lo más profundo de nuestro ser.
Con un alto estado de consciencia, entendemos que no necesitamos el dolor para protegernos porque podemos recibir la información de que algo no está bien sin necesidad de que duela. Somos capaces de comunicarnos con la inteligencia de nuestro cuerpo. —Loni Multidimensional.
Con una percepción amplia, nos conocemos, nos escuchamos, hablamos con nuestro cuerpo. Sabemos que todo se mueve con la intención: «No acepto esta programación de dolor. Conecto con la información sin dolor».
Conocernos implica identificar cómo conectamos mejor con la información. Algunas personas necesitan estar en movimiento; otras, descansar. Algunas, hacen preguntas; otras, prefieren sentir y estar en silencio.
¿Cuál es tu experiencia con el dolor?
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