Todo lo que empieza, termina. Puedes darte por completo y amar intensamente, o entregarte a cuenta gotas, creyendo protegerte. ¿Qué te llevas cuando mueres? ¿Cuando te alejas de aquello que amas? ¿Qué haces cuando sabes que tu tiempo se acaba? ¿Anhelarás lo que no hiciste? Te alegrarás de todas las veces que te atreviste. Quizás querrás volver atrás. No hay futuro sin hoy. Tú decides. Ahora bien, decir adiós es un arte. Requiere saber cuándo y cómo. Dejar una ventana abierta para reencontrarte, desde otro lugar, con un amigo en lugar de un amante. Precisa aceptar las circunstancias. Tomarse el tiempo para madurar la decisión. Implica cerrar etapas. Toda crisis prepara un ajuste interior. Decir adiós es cambiar de perspectiva. Es aceptar con gratitud las lecciones de la vida. Cuando el agua fluye y termina su ciclo, un nuevo estado comienza: gas, sólido, líquido. Dejar ir es liberarse en lugar de aferrarse. Es romper las cadenas que nos atan a una relación que nos duele, a una situación que nos daña. Es saltar la barrera del temor al cambio. Para sanar las heridas, para seguir creciendo y progresando, decir adiós es un arte necesario.
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