El silencio es medicina para quien mucho escucha. Ya que alivia cuerpo y alma, de la tortura del ruido. Latigazos en las sienes da el corazón que late. Y malestar inyecta, la mente que no calla. Por la calle y en la tele, tertulianos, sordos, insomnes, hablan, gritan y dan voces. En la acera el taca-taca de una taladradora, que no se calla y perfora el cemento y las neuronas. Porque todo suena, y el sonido es vida. Pero el ruido, en exceso, mata. En la frondosidad de un bosque soy mi mejor compañía. Lejos de toda estridencia conecto con mi deseada utopía. Con la mente enmudecida siento el pulso de la vida. Y vibro con la naturaleza, templo donde rindo tributo a la ausencia de palabras. Al viento, las hojas susurran. El agua que fluye murmura. Y al compás del sol que palpita, alas de mariposa la brisa cura.
El silencio es la vía hacia dentro, para escuchar la voz de nuestro maestro interno. Une instinto, amor e intuición y la confusión y el caos aclara.
El silencio no es vacío, es la creativa paz del alma. Fértil espacio en blanco que protege, renueva y calma.
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