Las palabras son importantes, ¿lo sabías?
Las palabras tienen tono, volumen, temperatura, textura. Pueden acariciar o pueden herir. Pueden alegrar o entristecer, abrir o cerrar. Hay palabras que nos hacen temblar, que nos llegan al corazón. Hay palabras que nos encienden y otras que nos apagan. Hay palabras amorosas, respetuosas que nos acercan; otras cargadas de fastidio, desprecio y envidia que nos alejan.
«Gracias», «por favor», «me gustas», «lo siento», «te quiero», «¿por qué no?» son palabras llave. Abren puertas y almas.
La vida que albergan tus palabras te dice que tipo de persona eres […] Nuestra manera de hablar refleja nuestra manera de ser. —Luis Castellanos.
Al expresar tu amor y deseo, ¿te entienden?
Las palabras, cuando son habladas van acompañadas de miradas, gestos, movimientos, presencia corporal, olor, ruidos, pausas, atención o desinterés y todo esto comunica un mensaje que puede ser sincero o incoherente. Y muchas veces no nos damos cuenta de que decimos una cosa pero con nuestro cuerpo damos una información distinta. Cuando esto pasa, no resultamos creíbles y nos mal interpretan. El cómo nos expresamos, la comunicación no verbal, y el contexto influyen en la comprensión del mensaje.
A veces somos sinceros y no resultamos convincentes porque no nos estamos comunicando en el mismo nivel sensorial (visual, auditivo, kinestésico) de la persona con quien interactuamos. De nuestros cinco sentidos hay uno o dos con los que nos expresamos más y cuyos estímulos percibimos mejor.
Visual: Las personas más visuales necesitan ver para creer, y cuando hablan suelen decir: “ya veremos”, “qué panorama”, “no me digas que me quieres, demuéstramelo”, «lo veo claro», «sin sombra de duda».
El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada. —Gustavo Adolfo Bécquer.
Auditivo: Las personas más auditivas prestan mucha atención al tono, volumen y calidez de la voz. Dicen: «me suena», «te escucho». Necesitan oír una voz convincente que diga: “te quiero”, “me gustas”, “te lo recomiendo”, “perdóname”.
Kinestésico: Las personas kinestésicas necesitan el tacto, la velocidad, el movimiento, la temperatura y la textura en sus relaciones y aprendizajes. Se expresan a través de la experiencia en sí misma. Dicen: «esto huele mal», «es una razón de peso», «creo que no te sigo».
Los estímulos sensoriales están presentes en todos los ámbitos de nuestra vida. También en la sexualidad y el amor. Y a ti, ¿qué te hace sentirte amada/o?
Podría ser ver el interés, el deseo y el aprecio en la mirada o el comportamiento del otro. Pasar tiempo juntos y sentir que esa persona hace cualquier cosa para estar contigo. Que te diga que te ama de cierta manera. Sentir el contacto físico.
Podemos demostrar el amor y el aprecio con miradas, regalos, preparando una cena deliciosa. Con palabras, llamadas, mensajes de texto. Con caricias, masajes, besos, intimidad y sexo. Compartiendo tiempo juntos. Con tu presencia y atención.
A veces somos sinceros pero no nos hacemos entender. Un caso real:
Ana es auditiva. Necesita que le pidan las cosas de cierta manera. Su marido, Pedro, es kinestésico y habla poco. Prefiere la acción y el contacto. Por la noche, cuando ambos llegan del trabajo, Ana le da a Pedro un beso en la boca dos segundos más largo de lo normal. Pedro interpreta esto como una señal de ganas y le mete mano. Ella se siente agredida y le dice:
—¡Así en frío no, chico, es como si me estuviera metiendo mano el frutero. Pon música, enciende una vela, dime algo bonito. —Resopla—. ¡Parece que ya no me quieres!. —A él le molesta el comentario, se siente rechazado y responde de malas maneras.
—¡Claro que te quiero! —Y ella, por supuesto, no le cree del todo. Y si además a él le cuesta hablar, la relación se resquebraja.
¿Qué está fallando aquí? Falta expresar el estímulo adecuado para producir la sensación y facilitar la comunicación efectiva. ¿Te ha pasado? ¿Qué estímulos necesitas para creértelo?
Y uno de los estímulos más importantes y esclarecedores es la palabra.
Di lo que piensas, pide lo que quieres
Pedir lo que te gusta y escuchar lo que le gusta a tu pareja es clave para el placer de ambos y mejora la relación.
Imagina que estás en la peluquería. Te están lavando la cabeza y el agua está hirviendo. Puedes comunicarlo de diferentes maneras:
- Lo dices.
- Haces un gesto de dolor y te apartas.
- Lo dices, haces un gesto de dolor y te apartas.
¿Cuál crees que será más efectiva? La tercera porque utilizas todos los medios para reforzar el mensaje.
Lo mismo pasa en la cama cuando te molesta o te apetece algo en concreto. Susurrar cosas como: «Umm», «Aah», «Uy», «Oh», «Sí», «Uf» no es hablar y se presta a confusión. Recuerda que somos distintos y que también lo somos durante el sexo. Es mejor pedir lo que quieres en lugar de esperar a que tu pareja lo adivine.
Cuando hablas con tu pareja de lo que te gusta y de lo que no, puedes elegir expresarte de manera directa o indirecta.
Directa: «Creo que nos vendría bien hablar de nuestra sexualidad como hablamos de cualquier otro tema, las vacaciones, la repartición de tareas domésticas, etc.». Es mejor comenzar por lo positivo, por decirle lo que más te gusta, lo que hace bien. Ya después y con cariño puedes comentar lo que te gustaría cambiar.
Indirecta: Por ejemplo, si quieres practicar el spanking. «He leído en una revista que cuando se azota el culo durante el sexo la intensidad del orgasmo crece, ¿por qué será?». Después de escuchar su respuesta podrías añadir: «Podríamos probarlo la próxima vez, a ver si es verdad».
Claves para verbalizar tus preferencias
Ten claro qué quieres decir, cuándo y cómo quieres decirlo.
Lo mejor es expresar lo que quieres en voz alta, de manera clara y con respeto. Si solo recurres a los gestos, gemidos o le pones la mano donde quieres que te toque, tal vez la otra persona no lo capte. Llama a las cosas por su nombre.
Es mejor hablar de estos temas en momentos tranquilos, sin interrupciones, sin enfados, sin cansancio. Puede ser después de ver una peli en casa, durante el desayuno o la cena un fin de semana, durante un paseo o un día sin prisa.
Es más fácil empezar con comentarios positivos. Después, dile lo que te gustaría hacer o lo que preferirías dejar de hacer. Por ejemplo: Me gustaría que me susurraras al oído lo que me vas haciendo. Me gustaría que me dieras un masaje por todo el cuerpo antes de. Preferiría que no me buscaras sexualmente después de una discusión. Preferiría que no me chuparas la oreja.
Cómo usar las palabras para subir la temperatura durante el sexo
Da instrucciones precisas
«Succióname más fuerte, así, sí», «prueba a ir un poco más rápido o más suave, mira de este modo —y en ese momento, sobre su mano, le haces el movimiento a la velocidad y con la presión que deseas—».
«Hazme, besa, acaricia, chupa…».
«Quiero tu… en mi… ahora».
Cuéntale cuánto te gusta y cómo te hace sentir
Nos encanta sabernos deseados y muchos nos sentimos inseguros con nuestros cuerpos.
Prueba con: «Mmm, me encanta»,
«qué sexi eres»,
«cómo me excita tu…»,
«quiero… contigo».
Habla sucio
Puedes decir palabras obscenas o subir la temperatura sin utilizar un lenguaje soez. Es una cuestión de gustos.
Practica a solas: Si nunca lo has hecho, es más fácil empezar por practicar a solas y en voz alta mientras te masturbas. Fíjate cómo te sientes y qué te excita. Irás soltándote y tomándote el pulso.
Literatura erótica: Otra opción es leer juntos alguna escena de una novela erótica. Hay toda una gama de estilos y de escenas: poética, sutil, explícita, pornográfica. Te recomiendo «Adiós, niña buena«, por supuesto.
Tantea: Puedes medir la temperatura inicial con una pregunta: ¿Qué quieres que te haga?
Empieza con frases sencillas y naturales. Utiliza tu propio estilo. Al comienzo usa palabras suaves y a medida que la cosa se pone más caliente vas subiendo el tono para decir y escuchar guarrerías. Si eso es lo que prefieres.
Describe lo que haces durante el sexo. Dile lo que vas a hacer o lo que está sucediendo como: «siento tus dedos dentro de mi cuerpo y me encanta».
También puedes relatar alguna fantasía que tuviste o un recuerdo de algo vivido juntos que te excita.
Ten en cuenta el factor sorpresa. Si siempre usas las mismas palabras y haces lo mismo, se convierte en una rutina y pierde su encanto.
Aclara los límites. Si una palabra te parece muy fuerte o si tu pareja está siendo brusca, díselo con tacto. «Prefiero que me digas…» o «me está doliendo…».
Recuerda que es mejor pedir lo que quieres y decir lo que prefieres antes de esperar a que la otra persona lo adivine o te mal interprete por no hablar.
La palabra es un estímulo sexual. ¿El mejor? Eso lo decides tú.
Referencias
De Béjar, Sylvia, Tu sexo es tuyo, Editorial Planeta, Barcelona, 2011.
Parga, N.M. Adiós, niña buena, Amazon, 2018.
Robbins, Tony, Poder sin límites, Penguin Random House Ed. Barcelona, 2015
Roca, Nuria; Sexual-mente, Espasa Libros, Madrid, 2007.
Traba, Raquel; Higón, Beatriz, Los placeres de Lola, Santillana Ediciones, Madrid, 2008.